sábado, 24 de julio de 2010
Sábado por la mañana, en unas horas llegarán al chalet mis padres para comer juntos y así contarles más sobre lo que ha significado la peregrinación a Tierra Santa. Emilio tiene ganas de que escriba algo de ello en el blog. Desde que llegamos pasadas las 12 de la noche del miércoles 21 han pasado más de dos días, sin embargo es tanto el impacto del viaje que me cuesta sentarme a escribir...¿Por donde empezar? ¿Cómo expresar lo que nos trajimos de allí? ¿Lo que dejamos allá?
Feliz, estoy feliz eso no puedo negarlo. Llegar a Tierra Santa, caminar, salir al encuentro del Señor y descubrir parte de Él junto a Emilio ha sido fuerte gimnasia para el alma y las entrañas
Experimentar aquello...es dejarse empapar poco a poco por el ambiente. Te va calando, va entrando en ti y de algún modo te vas quedando entre aquellos lugares por los que estás pasando
El blanco de las casas, los ocres del desierto, el verde de las palmeras, de los montes de olivos, el azul verdoso del mar, los dorados de los mosaicos y mezquitas, el marrón de la madera de cruces que allí se veneran, los grises de las piedras y calzadas, de los barros del mar muerto y...el negro, negro opaco de las metralletas que cargan por las calles los soldados...
El Agua...agua que derramaron sobre nuestras cabezas recordando el bautismo en el Jordán y en la que nos sumergimos; agua conque bendijeron en caná nuestros anillos para celebrar la renovación del matrimonio, agua sobre la que flotamos sorprendidos en el mar muerto, en las que navegamos por el mar de Galilea...aguas que recuerdan mejor que cualquier otro testigo el paso del Señor por aquellas Tierras
Tierras que son montañas como las del lugar de las Bienaventuranzas, y dunas del desierto que rompe Jericó, que son grutas arenosas y cuevas como el portal de Belén o donde descansaban los pastores, tierras sobre las que quedan piedras blancas que fueron las casas de Cafarnaun (pueblo de Jesús), o que tiñen de rojizo lo más alto del Monte Tabor.
Es la Piedra solemne del Santo Sepulcro, de la tumba que está vacía para llenarnos a todos sobre la que los peregrinos se arrodillan y ante la que todo el que pasa siente el impulso de extender la mano para tocar
Es el Aire de brisa suave que uno desearía retener consigo para sobrellevar el calor intenso del verano. Que en Jerusalem trae los olores y aromas de los humildes puestos de venta de las calles, que cubre de las especies que caracterizan sus platos todo el ambiente y que llega a verse cuando el humo de la carne que asan por las calles le da forma...
Es el fuego del Sol, el Calor...que desde el avión cuando marchábamos de regreso a España hacía al sol más colorido e intenso que nunca, como si desde aquel lugar del mundo cobrara mayor protagonsimo el cielo. Sol, fuego, luz y calor que alcanzan muy a dentro. Porque Tierra Santa es sobre todo Presencia. Encuentro con Aquel que es capaz de llenar de calor el alma de tantos y tantos que recorren sus calles.
En Tierra Santa el ser humano y su Dios conviven a cada momento. Judíos, Musulmanes, Cristianos de todas las confesiones caminan, trabajan, descansan y viven en presencia de lo trascendente. Es como si todos se moviesen en oración.
Pero -con todo el dolor en las letras- también se pelean y se separan por "su" religión.
En Tierra Santa se hacen palpable los misterios, los lugares donde la tradición ubica el nacimiento de Cristo, la casa de S. José y la Vírgen, la Sinagoga de Cafarnaum, el mar donde pescarían los discípulos, Betania, el lugar de la Visitación de María a su prima Isabel, la roca del Calvario o el Santo Sepulcro son expereriencias que te descubren un 5ºEvangelio. También en Tierra Santa se ve la Búsqueda constante del hombre de que algo lo trascienda, la necesidad de saber más sobre aquello que nos supera, la humildad de reconocer que hay que aparcar la cabeza, dejarse llevar, experimentar, estar para ser más que ser para estar... y del mismo modo se te atragantan los obstáculos que nos han traido más tragedia. La violencia, los desencuentros entre los propios hombres, todos buscando a Dios pero perdiéndonos a nosotros en ocasiones. Cuántas muertes innecesarias, cuánto dolor en nombre de Dios que le hemos adjudicado nosotros, cuánto odio agarrado... soledad también allí de los cristianos, que no superan el 1% de la población, que abandonan un lugar donde en ocasiones se hace difícil transitar. Donde parece que no se haya comprendido la Verdad de que nacimos y vivimos para Amar
Pienso en Belén,...en como está sitiada, encerrada tras una muralla gris con valla electrificada, custodiada por guardias que impiden todo paso de palestinos a Israel...en lo irónico que resulta leer sobre esa muralla "Belen y Jerusalén lugares de Paz y Amor" Pienso en cómo hemos descuidado los cristianos a aquellos gracias a los que nos llegó la fe, estamos en deuda con ellos
La Peregrinación ha sido seguir a Jesús, subir con Él a Jerusalen y recibir la misión de continuar durante el tiempo que estemos anunciando la Buena Nueva que comenzó en Belén.
Escuchar las lecturas después de haber estado en Galilea, en Jerusalén, en los Santos Lugares hace que resuene de otra manera más intensa, dejando un eco permanente que te transporta de nuevo a aquel lugar
Hemos regresado, pero parte de mí quedó allí en las aguas del Jordán (donde me regañaron por lanzarme a nadar, upss), en la roca de Getsemaní donde no pude evitar dejar reposar en ella mi cabeza y pedir perdón dando gracias a la vez, en los árboles del Monte Tabor, en cada una de las Eucaristías que tuvimos cada día...y me traje sobretodo Amor
Amor de un Dios en el que pese a no poder comprender creo
Amor de Emilio, que me ofreció realizar este Viaje tan importante para mí juntos
Amor de mis Padres que me regalaron esta Fe que da sentido a lo que soy y deseo algún día ser
Amor de los compañeros de viaje, a los que la peregrinación nos hizo hermanos, con los que compartir la experiencia nos ayudó a crecer, nos hizo comunidad
Amor de todos por los que allí recé, todos los que formáis mi Vida y los que no la forman pero son parte de esta gran familia humana
Amor, amor y Fe, amor, fe y Esperanza
en que el Misterio que comenzó en Belén, que alcanzó su plenitud en Jerusalén es para todos y sigue vivo en nosotros también