Si leísteis las últimas entradas del blog, sabréis que últimamente he estado más pendiente de prestar atención a lo que necesitaba y esperaba de la vida que de saborear los momentos. Tenía la cabeza dividida entre la adopción, la búsqueda de trabajo, el tratar de conseguir alguna beca, regañarme por no haber retomado el coche, pensar en lo que va a suponer cambiar a una nueva casa si logramos vender el chalet y otros "etcs" improductivos...bajo todo ello me iba escondiendo, agobiando entre dudas e incertidumbres, y me había separado de lo que realmente siento. Y es que a veces me empeño en hacer de mi mundo algo difícil dejándome tentar por ideas contrarias a las que predico.
Total que poco a poco mi ánimo se resentía, aunque más que deprimida sería más ajustado admitir que lo que me encontraba es bastante distraída.
Sí distraída de lo importante, de lo real y único...mientras dejaba pasabar el tiempo.
Sin embargo ahora os estoy escribiendo desde otro lugar de mi misma que es totalmente distinto al que os estaba describiendo, al que cuando atiendo me siento mejor y más yo. Desde aquí, cómodamente sin prisa y con memoria, puedo ver más claro dónde estoy y hacia donde marcho.
Para resituarme me ayudó sin duda dedicar la jornada a la limpieza de mis propias intenciones y atreverme a destapar poco a poco los nidos que encontraba dentro de mi. Así he podido ventilar lo que encontraba y llenarlo de aire fresco. En esta ocasión me costó más que otras veces llegar a lo más hondo, ¡¡Tenía amontonadas tantas tonterías que hasta me cansaba para llegar a donde quería!...¡Cuánta necesidad de agarrarme a lo inútil, de querer controlar lo que ocurra, de estar a la altura de mis propias vanidades, de no querer renunciar a múltiples comodidades!...¡Cuántas justificaciones y monólogos que sólo me engañan a mi misma manteniédome inmóvil en el mismo punto! ¡Cuánto acumulado que no me ayuda en absoluto!...
Total que como víctima del síndrome Diógenes tenía acumuladas muchas creencias, miedos y necesidades autoimpuestas, a las que día a día iba sumando y añadiendo otras. ¡Pero hasta aquí hemos llegado!, que de peores he salido y no estoy dispuesta a seguir dormida en los laureles excusándome en quejas y desconfianzas varias hacia el futuro.
...Ayer fue el cumpleaños de Emilio, Esta semana y la próxima aún trabaja, pero como tiene jornada intensiva pudimos compartir comida, disfrutar de la tarde y charlar juntos. Cada una de las cosas que ocurrieron fueron realmente especiales y me ayudaron mucho, pero en un momento en el que comenzamos a hablar de nuestra actual situación y los cambios que se nos plantean, dejé el relevo al piloto automático y puse el disco rallado de “Carmen y sus angustias, con su gran éxito: desahogo inútil, compadéceme o ya lo haré yo”. De modo que fui soltando toda mi rastra de temores: de no lograr lo que me he propuesto, de cansarme de esperar que se abran nuevas puertas,... y de repente, escuchándome a mi misma me di cuenta del absurdo del discurso. Imaginar el cuadro Emilio (en su 34 cumpleaños) estaba allí a mi lado mirándome con tanto cariño, el sol estaba bajando y el cielo era de un rosa intenso precioso, estabamos en nuestro chaletito con la brisa de la tarde y el sonido de la piscina acompañando, el día en sí había sido estupendo
¡Para qué narices iba a empañarlo yo con lo que aún no ha llegado y lo que ya pasó!
¡Si en el fondo está todo mucho mejor de lo que pienso si no me empeño en enturbiarlo!
En un ataque de cordura esa parte de mí que sale al rescate cada ves que me quedo embarrada por correr por donde no debo, se despertó de nuevo para invitarme a tomar conciencia de qué es lo que verdaderamente quiero, me ayudó a comprender con mejor sentido cuál es el equipaje que deseo ponerme a la espalda para recorrer mi camino. (Desde luego en miedos, quejas y lamentos no deseo invertir mi energía del día y dependerá sólo de mí el cambiar la actitud). Y hoy con los posos de esa lucidez transitoria, he amanecido y visto más claro todo lo que tengo. He vuelto a observar cómo parpadean los colores de mi jardín y a caminar descalza por toda la parcela comparando desde mis pies los cambios de temperatura en las zonas de sol, sombra, césped y solado. Me he mecido en la piscina y he calculado la altura a la que vuelan los pájaros. He pasado revista a los frutos del huerto y recogido algunas cebollas, y he perdido la noción del tiempo sintiendo el sol quemarme las mejillas. Quizá todo ello os parezcan conductas algo ñoñas o infantiles, o penséis que debe de sobrarme mucho tiempo, pero personalmente me ayudan a encontrar mi verdad y de paso también a recuperarme a mí misma.
Gracias a ello la tarde ha sido también diferente, (por que era yo la diferente) veía a Emilio trabajar con el ordenador o le escuchaba cantar los clásicos de Raphael, y era inevitable sonreír. También al levantar la vista reparé en un avión y recordé que Emilio y yo saldremos la semana que viene para Suiza. Vamos a compartir un viaje que nos apetecía desde hace tiempo. En unos días seremos nosotros los que como esos pasajeros tomemos distancia del suelo y dejemos lo conocido para descubrir juntos otro lugar. Os lo reconozco siempre me gusta partir...
Os escribo y me doy cuenta de que ya no me siento triste ni tan agobiada como estos días pasados. Y mientras doy al teclado como última actividad del día, cabeceo y caigo en la cuenta de que no doy con la felicidad por que se me olvida Invéntarla yo misma!!!.
Feliz verano a tod@s

Os dejo esta foto de cuando mi suegro y yo plantamos los tomates, acelgas y calabacines. Hoy ya cubren la valla de lo altos que están.
De la naturaleza aprendo mucho: hay momentos de sembrar, y momentos de recoger. Entre ambos toca esperar, sin forzar ritmos, sin angustiarse, dejando que el proceso siga su curso sin vigilar pero sí cuidando de que se mantengan las condiciones adecuadas para que los frutos crezcan.