domingo, 27 de junio de 2010




Recogiendo FrutosPues sí, me siento un poco como “recogiendo frutos”. Frutos que no he trabajado yo pero se me regala el poder recogerlos o ser testigo de su existencia. Así es el misterio de la Vida.

Y es que por una parte si hablamos de árboles y frutos os contaré que a mi marido Emilio dentro de poco se le va a conocer por el alias de “Emilio el pesquisas”. Es innegable que está dotado para la investigación. Anteriormente había comprobado la capacidad que tenía para recoger información sobre lugares, destinos de viaje o temas como la adopción, pero ahora que está investigando sobre la Vida misma me ha dejado asombrada. Tiene el objetivo de avanzar todo lo posible en su historia completando su Árbol Genealógico y aunque según avanza se va complicando, no parece que nada le pare a continuar. Así que pasa gran tiempo investigando sobre sus antepasados. Está deseando llegar a casa tras el trabajo para ponerse a hacer llamadas, recopilar datos, consultar guías de teléfonos y avanzar en su mapa de familiares…Los últimos fines de semana han sido entrañables. Los hemos dedicado a salir de excursión para visitar a los mayores de la familia. En esas reuniones cargadas de recuerdos, se comparte mucho y se marcha uno con el corazón partidito. La vida se gasta pero en muchos casos deja mella en el camino

Este sábado nos dirigimos a los pueblos de los que proceden algunos de los familiares de Emilio por la zona de Burgos.
Ayer la mañana fue de lo más original. Previo concierto de cita con el sacerdote del pueblo, llegamos a su casa donde vivía con su sobrina y un perro labrador. En un despacho abarrotado de libros, cajas de cartón, estampas de varios santos y con un armario de madera que hacía de estantería Emilio expuso el caso. Quería consultar los libros manuscritos donde figuran las partidas de bautismo y matrimonio del pueblo empezando por las de hace más de 110 años. El sacerdote cuidadosamente saco varios de los tomos y nos los entregó a ambos.

Cuando yo sujetaba aquellos volúmenes con perfecta caligrafía en tinta, con cada hoja llena de nombres, de historias. Cuando pasaba las gruesas páginas con los bordes ya dañados el tiempo se paraba.
No era fácil encontrar los nombres, cada tanto hacía descansos y me dedicaba a observar al sacerdote. Aunque sus manos temblaban algo en él seguida transmitiendo autoridad. Tras su puerta del despacho podía verse la orla de hace 53 años cuando él se ordenó sacerdote. Gracias al nombre tan peculiar del padre pude localizarle en un momento. El tiempo pasa y la historia de cada uno lo completa momento a momento

Fuimos incluso en busca de mayores de otros pueblos, hablando con aquellos que no nos conocían y ante los que Emilio se presentaba con total cercanía y se ponía a charlar con ellos para explicar su interés en conocer si recordaban algo sobre sus bisabuelos y tatarabuelos. Una vez más me daba cuenta de que la gente es Buena. Nos abrían las puertas, nos acompañaban hacia personas que podían saber algo sobre ello y se reunián con nosotros. En diversas esquinas se repetía la escena. Emilio carpeta en mano apuntaba, dos o tres personas del pueblo hacían grupo y entre todos se ponían e entretejer sus recuerdos hasta ver qué salía de aquello. Unos aportaban un nombre, otros un mote, una anécdota...y así se iba forjando algo para continuar avanzando
Incluso alguna familia que tenía amistad con trabajadores del registro de Burgos nos ofreció colaborar para investigar

Era significativo ver a la gente levantar la vista un poco, hacer memoria,quedarse pensando.

El Mundo es un lugar apasionante cuando te paras para atenderlo un poco.

Al escuchar lo que la gente recuerda una piensa como todos tenemos algo que decir o aportar, todos nos encargamos por unos momentos de hacer historia. Y me preguntaba cuál es el fruto que yo deseo que quede después y si estoy trabajando en esa dirección o me esfuerzo más en otras Viñas...

Para mayor casualidad, hablando con D. Quintilo que así se llamaba aquel buen sacerdote, resultó que algunas de las Clarisas, monjas de clausura de Lerma se habían mudado y estaban en un convento cercano. Comenté que tenía una buena amiga de mi edad que entró clarisa y había profesado los votos hacía dos semanas. ¡Resultó que estaba allí! El sacerdote nos animó a ir a visitarla y a final de la mañana en un pequeño locutorio estaba el sacerdote, Emilio, yo y mi buena amiga. Ella llenaba todo el espacio con su entusiasmo, su alegría, su gozo en el Señor.
La miraba y me emocionaba descubrir la transformación de Mi amiga,
era ella, sin duda pero no como antes. Ahora estaba Viva, despierta, Feliz y Plena.
Nos invitó a una toma de hábitos de una novicia que se celebraba por la tarde. Nunca habíamos estado en una así que nos quedamos.
Fue especial verlo. La novicia se viste de novia y se arregla como tal, va con el pelo suelto y adornos. Antes de la misa, delante de todos, leen un texto de Santa Clara, las hermanas la llevan hasta el altar. Allí le cortan el pelo y la cambian de ropa poniéndole el hábito de la orden.
La joven que a los 17 años había decidido entregarse como consagrada no dejaba de sonreír. Estaba radiante. Todas las hermanas lo estaban.
Después de la Eucaristía se pasa a un auditorio grande donde la gente que ha participado de la ceremonia se sienta en las gradas y la hermana que ha recibido los votos, rodeada de todas las demás, se sienta en el centro y cuenta su vida. ¿Cómo puede contarse en una hora una vida? ¿Qué escogería cada uno para que sea el reflejo de lo vivido?

Más de 100 chicas que viven en un mundo muy diferente al nuestro estaban sentadas con la nueva hermana, parece no faltarles nada. Ellas si saben contar su vida en una hora, ellas mismas con su historia se transforman en Fruto de AMOR y hacen que brote en la Tierra un lugar mejor. Toda una experiencia

Por eso digo que me pasé el fin de semana recogiendo frutos. Frutos de la historia que persona a persona han ido escribiendo. Frutos de la felicidad que contagian los que saben que están diciendo Sí a su vocación y desde la absoluta libertad se entregan a ella.
Frutos de la vida que nos es dada cada mañana, del matrimonio que día a día voy descubriendo como vocación,
Frutos que deseo cuidar. Pero aún estoy sólo aprendiendo