sábado, 11 de diciembre de 2010




Acabo de regresar de la Eucaristía de la tarde de los sábados, en la que desde hace algún tiempo Emilio ha formado coro y toca la guitarra. Como les había escrito justo antes de marchar a un grupo de personas muy especial para mí a los que intento enviar la Liturgia de cada Domingo, este 3º Domingo de Adviento es mi preferido. Es el Domingo de la Alegría, el Domingo donde se nos recuerda que el que va a venir viene para salvarnos, para llenar esos vacíos que tenemos, para sanar los dolores que nos desgastan e incluso desgarran. Hay que tener paciencia -como pide el Apostol Santiago en la lectura- pero sobretodo Esperanza Alegre pues Critso está deseando decirnos que nos quiere.


Todos tenemos ganas de escuchar un grito como el de este Domingo: ¡Alegraos! ¡Sed fuertes y no temáis! ...pues vuestro Dios viene en persona, llega el que responde con hechos y nos anima a salir a contar lo que estamos viendo y oyendo: "los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio"


Yo soy pobre...pobre porque me faltan muchas cosas de las que realmente valen en la vida, necesito de Dios, de que me llene de humildad, de sencillez, me impulse para ser valiente y discreta según en momento, tener templanza y al mismo tiempo radicalidad. Servir siempre pero sólo a Dios. Soy pobre y por eso me alegro cuando se me anuncia el Evangelio.


Os dejo la anécdota y os reto a que como les dijo San Juan a los discípulos: Id vosotros a preguntar al Señor si de verdad es Él vuestro Salvador.


A los niños les conté el viernes esta anécdota, a mi querido Ángel se la transcribí esa misma noche, hoy la envié por correo y por último la dejo aquí colgadita en el Blog, pues me vino muy bien para saber qué quiere Dios de mí:



Corría la 2ª mitad del siglo IV y S. Jerónimo se encontraba en Belén. Allí intensifica su oración y penitencia, al tiempo que llevaba adelante sus trabajos de traducción de las Sagradas Escrituras: su versión latina del Antiguo Testamento hebreo y la del Nuevo desde el griego, lo que hoy conocemos como la Biblia Vulgata.



Se cuenta que el día de Navidad se le presentó el Niño Jesús:



- Jerónimo, hoy es el día de mi cumpleaños ¿Qué me vas a regalar’

- Señor, te regalo la versión latina del Nuevo Testamento que acabo de terminar

- ¿Y qué más?

- Pues toda la Biblia Vulgata, Señor

- ¿Y qué más? (preguntaba el Niño Jesús, como los niños tan tiernamente pedigüeños?

- No sé, Señor –dijo Jerónimo queriendo acertar- te doy toda mi vida

-¿Y qué más?

- Señor, dijo Jerónimo, ya te lo he dado todo.


No, Jerónimo, quiero que me regales tus pecados para que te los vuelva a perdonar.


Que el Señor me enseñe siempre que no necesita de mis títulos, no necesita de mi trabajo, ni de mis palabras u obras...necesita que lo necesite a Él para realizar su obra.