
Sé que un programa de nuestra actualidad utiliza esta frase como cabecera, pero necesitaba apropiármela para transmitiros la inmensa alegría y satisfacción que en estos momentos tengo por haber estado ayer en CEMU, la Ciudad Escuela de Los Muchachos.
Supongo que os sonará el sitio, hace no mucho salió la película del “ Pera ” y se volvió a difundir aquel sueño del tío Alberto que gracias a su amor incondicional a los niños, a su trabajo y esfuerzo por sacarlos adelante y a su fe en la educación se hizo realidad. Yo vi a película y me puse a cotillear en internet sobre este lugar donde se apostaba por acoger y amar a los niños más conflictivos* (si es que de verdad lo son) y dejar que ellos gobernasen su ciudad, ocupasen sus puestos como alcalde, representante de ciudadanía, seguridad, limpieza, tesorería, etc...Cuando leía estas cosas me sonreía y para mis adentros me preguntaba: ¿Dónde estará la trampa?. Desde mis esquemas mentales no podía ser posible un proyecto de esas características, por lo menos no fuera de la gran pantalla del celuloide. Pues bien, ayer y gracias a un vocacional profesor de doctorado, se nos brindó la oportunidad de compartir la tarde con los muchachos y muchachas de CEMU, nos abrieron las puertas de sus casas, incluso las de ellos mismos, sin cerrojos sino con naturalidad y ternura, invitándonos a conocer un cachito de su vida, sus ritmos, su Asamblea...
Tengo que reconocer que llevaba apuntadas unas preguntas que, como “buena alumna” responsablemente me había preparado para hacer al “Tío Alberto” más o menos iban sobre los mayores logros y obstáculos de estos casi 40 años de CEMU, y futuras perspectivas...hoy son un burruño arrugado en la papelera. No, no las hice y si soy sincera, cuando estaba en la Asamblea dirigida por aquellas muchachas y muchachos escuchando de corazón sus problemas y soluciones, sus dificultades e ilusiones, su vida sin barreras ni defensas,...sentí vergüenza de aquel papel que residía en mi bolsillo.
¡Cuánto me equivoco a veces! Me había preparado la visita desde mi tan usada cabezota pero CEMU es una ciudad para vivirla desde el corazón, para sentirla...para cantar cuando se celebra el cumpleaños de alguien y para llorar cuando nos enfrentamos a un problema, para colaborar por encontrar soluciones y felicitar a quien es capaz de pedir perdón si –como todos- esta vez se ha equivocado, allí no se dan discursos de teoría, allí se viven y se comparten los frutos de un amor que renueva a cada persona y permite sacar lo mejor que lleva dentro. Allí se educa desde la relación, desde la autenticidad y la cercanía, desde el corazón.
Sí me emocioné, y cuando hablaba con el tío Alberto comprobaba lo que un solo hombre puede llegar a hacer, él como arquitecto construyó toda la ciudad, residencia a residencia: con el colegio, la catedral del niño, su casino, su discoteca, taller de cerámica, radio, como dibujante llenó CEMU y sus paredes de colores, y como gran soñador no se conformó con la utopía sino que se desvivió y se desvive por sacarla adelante cada día. El tío Alberto sobretodo saber ver y ver más allá que muchos de nosotros como cada vida tiene sentido y cada niño tiene derecho a ser feliz y a que se crea y apueste por él, el tío Alberto sabe creer y esperar, permitiendo que su fe en cada pequeño y pequeña de CEMU vaya calando hondo, y que paso a paso un día como otro de tantos ese pequeño piense en su vida y sonría.
Cuando salia ayer de su ciudad escuela recordaba y entendía mejor aún esas últimas indicaciones de Santo Tomás que en los últimos momentos decía que olvidáramos todos sus libros porque lo único importante era Amar. Yo que me muevo entre libros y estudios, entre bibliotecas e investigaciones, no había encontrado tanta Verdad y Amor como la que residía en esa ciudad.
Ayer...todo esto ayer y de regalo: ver, palpar y por unos instantes formar parte de todo un sueño realizado.
“Aleluya, Alegría, Amor y Paz a los niños y niñas de CEMU”
Supongo que os sonará el sitio, hace no mucho salió la película del “ Pera ” y se volvió a difundir aquel sueño del tío Alberto que gracias a su amor incondicional a los niños, a su trabajo y esfuerzo por sacarlos adelante y a su fe en la educación se hizo realidad. Yo vi a película y me puse a cotillear en internet sobre este lugar donde se apostaba por acoger y amar a los niños más conflictivos* (si es que de verdad lo son) y dejar que ellos gobernasen su ciudad, ocupasen sus puestos como alcalde, representante de ciudadanía, seguridad, limpieza, tesorería, etc...Cuando leía estas cosas me sonreía y para mis adentros me preguntaba: ¿Dónde estará la trampa?. Desde mis esquemas mentales no podía ser posible un proyecto de esas características, por lo menos no fuera de la gran pantalla del celuloide. Pues bien, ayer y gracias a un vocacional profesor de doctorado, se nos brindó la oportunidad de compartir la tarde con los muchachos y muchachas de CEMU, nos abrieron las puertas de sus casas, incluso las de ellos mismos, sin cerrojos sino con naturalidad y ternura, invitándonos a conocer un cachito de su vida, sus ritmos, su Asamblea...
Tengo que reconocer que llevaba apuntadas unas preguntas que, como “buena alumna” responsablemente me había preparado para hacer al “Tío Alberto” más o menos iban sobre los mayores logros y obstáculos de estos casi 40 años de CEMU, y futuras perspectivas...hoy son un burruño arrugado en la papelera. No, no las hice y si soy sincera, cuando estaba en la Asamblea dirigida por aquellas muchachas y muchachos escuchando de corazón sus problemas y soluciones, sus dificultades e ilusiones, su vida sin barreras ni defensas,...sentí vergüenza de aquel papel que residía en mi bolsillo.
¡Cuánto me equivoco a veces! Me había preparado la visita desde mi tan usada cabezota pero CEMU es una ciudad para vivirla desde el corazón, para sentirla...para cantar cuando se celebra el cumpleaños de alguien y para llorar cuando nos enfrentamos a un problema, para colaborar por encontrar soluciones y felicitar a quien es capaz de pedir perdón si –como todos- esta vez se ha equivocado, allí no se dan discursos de teoría, allí se viven y se comparten los frutos de un amor que renueva a cada persona y permite sacar lo mejor que lleva dentro. Allí se educa desde la relación, desde la autenticidad y la cercanía, desde el corazón.
Sí me emocioné, y cuando hablaba con el tío Alberto comprobaba lo que un solo hombre puede llegar a hacer, él como arquitecto construyó toda la ciudad, residencia a residencia: con el colegio, la catedral del niño, su casino, su discoteca, taller de cerámica, radio, como dibujante llenó CEMU y sus paredes de colores, y como gran soñador no se conformó con la utopía sino que se desvivió y se desvive por sacarla adelante cada día. El tío Alberto sobretodo saber ver y ver más allá que muchos de nosotros como cada vida tiene sentido y cada niño tiene derecho a ser feliz y a que se crea y apueste por él, el tío Alberto sabe creer y esperar, permitiendo que su fe en cada pequeño y pequeña de CEMU vaya calando hondo, y que paso a paso un día como otro de tantos ese pequeño piense en su vida y sonría.
Cuando salia ayer de su ciudad escuela recordaba y entendía mejor aún esas últimas indicaciones de Santo Tomás que en los últimos momentos decía que olvidáramos todos sus libros porque lo único importante era Amar. Yo que me muevo entre libros y estudios, entre bibliotecas e investigaciones, no había encontrado tanta Verdad y Amor como la que residía en esa ciudad.
Ayer...todo esto ayer y de regalo: ver, palpar y por unos instantes formar parte de todo un sueño realizado.
“Aleluya, Alegría, Amor y Paz a los niños y niñas de CEMU”