Pues ya estamos de regreso, hemos pasado de 0 a 40 grados en un día y me parece a mí que necesitaremos un poco de aclimatación para coger el ritmo de nuestro querido país.
Eso sí todo viaje tiene una preparación, una estancia y un regreso: Volver a casa siempre abraza.
El último día de excursión en Suiza fue el martes. Madrugamos para ir a Zermat y subir al cervino. El día era de sol pero según nos acercábamos a los 3.100m el viento frío era más fuerte y perdíamos graditos de temperatura. Era impresionante ver la cantidad de turistas y gentes que organizan su día para admirar dicha cumbre. Personalmente me sorprendía y alegraba comprobar como en una sociedad donde se acusa tanto a la gente de de materialista y consumista, se despertaba tal admiración ante la montaña. Quizá eso sea lo más importante que aprendemos al viajar: a ver, a permitir que lo que vemos, escuchamos y sentimos lo observemos con aires de novedad, de unicidad, elevándolo de categoría. Al salir de nosotros dejamos de ser indiferentes al entorno y lo apreciamos, lo fotografiamos y queremos retenemos en la memoria. Vivimos cada día conscientes de que no se repetirá, comprendiendo de manera más fácil que la vida es siempre nueva...Yo pensaba en ello mientras disfrutaba de ver a Emilio tan ilusionado por estar en el cervino, mostrando un sentimiento de conquista, de logro producido por el mero hecho de Estar allí. Con respecto al pico en concreto me contó que habían muerto muchos escaladores al intentar coronarlo, e incluso que allí podíamos visitar un cementerio de alpinistas que lo dieron todo por en la lucha de ese objetivo.
El último día de excursión en Suiza fue el martes. Madrugamos para ir a Zermat y subir al cervino. El día era de sol pero según nos acercábamos a los 3.100m el viento frío era más fuerte y perdíamos graditos de temperatura. Era impresionante ver la cantidad de turistas y gentes que organizan su día para admirar dicha cumbre. Personalmente me sorprendía y alegraba comprobar como en una sociedad donde se acusa tanto a la gente de de materialista y consumista, se despertaba tal admiración ante la montaña. Quizá eso sea lo más importante que aprendemos al viajar: a ver, a permitir que lo que vemos, escuchamos y sentimos lo observemos con aires de novedad, de unicidad, elevándolo de categoría. Al salir de nosotros dejamos de ser indiferentes al entorno y lo apreciamos, lo fotografiamos y queremos retenemos en la memoria. Vivimos cada día conscientes de que no se repetirá, comprendiendo de manera más fácil que la vida es siempre nueva...Yo pensaba en ello mientras disfrutaba de ver a Emilio tan ilusionado por estar en el cervino, mostrando un sentimiento de conquista, de logro producido por el mero hecho de Estar allí. Con respecto al pico en concreto me contó que habían muerto muchos escaladores al intentar coronarlo, e incluso que allí podíamos visitar un cementerio de alpinistas que lo dieron todo por en la lucha de ese objetivo.
Tras 2h de coche y mediante dos trenes llegamos finalmente allí. Contemplamos todos los picos nevados que se alzan sobre montañas y lagos. El plan del día era descenderla andando (se tardan unas 4h). Así que tras comer en la cima nos pusimos en marcha. El paseo fue agradable, como había bastantes turistas que se organizaban de la misma forma, bajando con nosotros parecíamos una peregrinación. Por supuesto hubo resbalón por mi parte (siempre tan hábil, jeje) pero sin heridas de guerra gracias a lo abrigada que estaba.
Llegamos al pueblo de Zermat ya en la tarde hicimos un poco de Shoping y escogimos un lugar donde cenar con especial encanto Suizo: Se llamaba "La cabaña Suiza". El restaurante estaba decorado haciendo gala a su nombre, al más puro estilo del lugar. Fue Perfecto para terminar con sabores del lugar una despedía de tan buen viaje. De regreso caí rendida y fui dormida en el coche mientras Emilio (que es de mejor calidad) conducía hasta el hotel.
El miércoles fue desayunar y salir. Ambos casi pegabamos los ojos a las ventanillas del coche para empaparnos de las últimas vistas de Suiza, mientras dábamos gracias a Dios por la experiencia compartida. En Ginebra provechamos para visitar la ciudad antes de embarcar.
Iberia se portó bien y a las 14.00 estabamos en Madrid, con la satisfacción de haber aprovechado y disfrutado tanto de las vacaciones, con el calor de España dándonos la bienvenida y con la entrañable acogida de nuestras maravillosas familias que hacen que merezca la pena contar lo vivido.
Adios...
...Gracias
...a Dios