lunes, 4 de enero de 2010

HOGAR DULCE HOGAR

PARIS...UNA NUEVA CONQUISTA






ÓPERA DE PARIS

PARA TERMINAR CON BUEN PIE

EL PARQUECITO FRENTE A NUESTRO HOTEL
Pues ya estamos de regreso, faltaba la entrada del último día pero es que fue algo más movidito de lo que habíamos planificado y finalmente adelantamos el regreso.

Amanecimos bien, y nos dirigimos temprano para ir a la Ópera. Hacía frío pero estábamos los terceros de la cola y eso animaba ¡Era un verdadero triunfo! pero justo cuando Emilio tenía ya el dinero en la mano para pagar, a mí no se me ocurre otra cosa que desvanecerme -dede luego simpre la lío- así que para el suelo que me fui. Eso sí elegí un buen sitio para desmayarme, ni más ni menos que la gran ópera de París. Según me cuenta, Emilio se puso a llamar a un médico y aunque se asustó aguantó el tipo. Cuando recobré el conocimiento tenía a dos enfermeros y un médico para mí solita. Chapurreando inglés nos entendimos y la verdad es que me trataron fenomenal. Sólo fue un susto.

Aún no saben si me pasó por el frío, por algo que comí, si fue una bajada de tensión o la famosa gripe A (porque a la tarde me dio mucha fiebre)...total que la ópera la vimos sólo por fuera y de allí a descansar al hotel. Menos mal que pudimos atravesar al regreso el parquecito que lindaba con nuestro hotel y me dejó muy buen recuerdo del día. Después me pasé 24h durmiendo (en plan hibernación).

Por otra parte Emilio supero al tren y en 12h hizo París-Madrid. Así que ayer a las 8:00 ya estábamos en casa de mis padres para dejarnos cuidar (gracias papás)

Hoy ya recuperados y en el chalet nos disponemos a ver las fotos y saborear de nuevo nuestro viaje que ha sido de lo más especial.
Efectivamente París bien merece una escapada, los edificios, las calles, los parques, el Sena...se disfruta con todos los sentidos. La Torre Eiffel invita a quedarte mirándola cuando se ilumina por la noche y Notre Dame y El Sagrado Corazón son lugares que te transportan. En fín que si me pongo a recordar cosas que señalar no termino. Así que ahora aunque toque poner lavadoras y hacerse a la idea de regresar el 7 al trabajo, cuando venga de nuevo el agobio o me canse de la rutina, tanto Emilio como yo podremos mirarnos y decir aquello de "siempre nos quedará París"