jueves, 14 de julio de 2011




He subido a la buhardilla; estamos de obras, quería silencio.
Sé que hace mucho que no escribo en el blog. Desde que cumplí los 28, y puede que incluso desde que pasé la barrera del cuarto de siglo, los días se gastan irremediablemente rápido.En estos meses de verano me gustaría sacar momentos de parar, saborear y poder crecer sobre las vivencias que durante el año voy acumulando.

Curiosamente hoy hace un año de nuestro viaje a Tierra Santa y mi idea es retomar el diario de viaje que escribí entoces para leerlo y trascribirlo de nuevo. De esta manera vuelvo a viajar a aquel lugar pero con un poco más de equipaje, me escapo por unos segundos del ritmo de los martillos, los botes de pintura, las puertas de futuros armarios y los embalajes de cajas y cajas que se van amontonando.

Así que de nuevo aprovecho a los que tan generosamente gustáis de ser testigos de nuestra hitoria, y os llevo conmigo de viaje, un año ha... retrocediendo.


VERANO 2010: SUBIENDO A JERUSALEN, PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA

14 JULIO (Diario de viaje)

"Estamos en el avión, el capitán ha anunciado que debido a la gran afluencia de vuelos esperaremos aún cerca de 30 minutos antes de despegar. ¡Cuántas ganas!
Emilio lee el periódico, ha conseguido que nos sentasen a mí en la ventana y a él en el pasillo, con la suerte de que el asiento de en medio se ha quedado disponible sin que nadie se pusiese entre nosotros...bueno...no puedo evitarlo: Señor, es tu sitio ¡Quédate con nosotros!

- La salida fue así:
5:00 estábamos despiertos (también el padre de Emilio y me imagino que desde hacía tiempo), rápidamente nos vestimos, cargamos las maletas al coche y fuimos a Guadalajara. Llegamos los primeros. Don Pedro, el sacerdote, fue el siguiente, abriendo la parroquia entró y se dispuso a celebrar la Eucaristía y encomendar el viaje. Leí la lectura, no la entendí muy bien. Era del libro de Isaías 10, 5-7, 13-16 y expresaba el dolor del Señor hacia Asur, menos mal que el salmo y especialmente el Evangelio eran claros y me llenaron de paz ("Has revelado los secretos del Reino a la gente sencilla"

(Hoy retomo la cita, busco Isaías encuentro la cita.
Todo se hace nuevo y cuando sigo leyendo y alcanzo el versículo 20, pienso en el viaje, medito la Hitoria y mi historia...y me sorprendo)

"Tras la Eucaristía al autobús. Caras de sueño.
6:30, nos depedimos de mi suegro y hacia barajas donde facturamos, desayunamos y, tras dar el parte telefónico de rigor a padres y/o contestador, embarcamos."

- "Un rosario en el cielo"
Por encima de las nubes sobrevolamos Barcelona, Cerdeña, Italia...el avión va bastante tranquilo. Eso sí, cuando el ruido de los carritos anunciaba la comida y comenzaron a servir las bandejas, anunciaron turbulencias. Pero no causaron problema.

Ver el mundo desde arriba es un expectáculo que roba permanentemente mi atención, todo se siente diferente, uno se hace más pequeño, se funde...aunque en esta ocasión es como si las vistas no lograran entusiasmarme del mismo modo que en anteriores...quizá porque mis ojos esperan (y se reservan una alegría aún mucho mayor)
Pasamos por un volcán que parece uno de los bonsekis que hace papá, lo grabateo en mi cuaderno. Casi todo el viaje lo pasamos en silencio, habla el sueño, la emoción, vuela nuestro pensamiento.

- "Con aplausos nos reciben"
Cuando Emilio y yo llegamos al autobús que salía del aeropuerto, todos los demás compañeros de viaje llevaban en él sentados más de 30 minutos.
Nos habían alertado de los estrictos controles de seguridad de Israel, pero ahora podemos decir que nosotros mismos fuimos víctimas de sus recelos (a la ida-y ahora puedo adelantar, que también a la vuelta). Nada más salir del avión me pararon únicamente a mí para preguntarme por el motivo del viaje, con quién venía, durante cuánto tiempo...pero fue luego en el control donde las pegas se incrementaron, la fotografía, mi apellido ¡Todo les resultaba extraño1 y cuando por fín, me dejan pasar es a Emilio al que retienen durante más tiempo.
Pero el problema es que nadie del grupo, ni siquiera el guía parecía haberse dado cuenta. No nos esperaron y debieron marcharse mientras estabamos con los guardias. Yo levanté la mano, como nos habían indicado que debíamos hacer si teníamos problemas, pero además de cansarme no tuve ningún éxito.
Tras corroborar los datos de Emilio y revisar por entero su árbol genealógico, pudimos localizar las maletas (que en mis rumiaciones mentales temía perdidas o raptadas) y en ese momento, el guía de la compañía (que había brillado por su asencia, apareció y nos condujo al autobús. De ahí el comentado entusiasmo de los que esperando estaban.

El viaje de autobús de Tel-Avid a Tiberiades duró unas dos horas.
Un sacerdote franciscano (Padre Agustín), recién ordenado nos acompaña. Es un hombre grande, su presencia impone, aunque el acento mexicano con el que habla permite que sus palabras lleguen cercanas y con sólo escucharlo nos sonriamos.
Tras encomendar nuestro viaje, Agustín comienza a explicarnos los lugares que vamos recorriendo. Jaffa, Cesarea...Ahora sí pego mi cara al cristal y me repito a mí misma que estamos aquí, que vamos de viaje hacia Jerusalem. Ver "Nazaret" o "Belem" anunciado en los carteles es algo especial. Más duro fue comprobar el muro gris que separa las zonas palestinas, que con alambrada electrificada en lo alto resume cómo está la situación actual.

El guía nos va contando más de los Santos Lugares, e incluso de la relación de los Franciscanos con su custodia y cuidado. Emilio observa también a cada uno de nuestros acompañantes,y como aún no sabe sus nombres, juega a buscar parecidos y combinaciones...

Tan cansados como ilusionados llegamos al hotel. El ambiente, temperatura, humedad, olores recuerda en parte a "Manila". Nos reciben con un refresco que nos resulta a todos de los más agradable, pero que luego comentándolo ninguno logramos identificar.
Pasamos lista, llaves y conquista de las habitaciones (310 es la que nos adjudican). Son las 19:30 hora local y allí es hora de cenar.

Tras descubrir algo más de picante de lo que me esperaba y empezar a conocer mejor a algunos de nuestros compañeros de peregrinación, Don Pedro nos citó a todos a las 21h en un salón del hotel. Preparó una dinámica para que nos presentásemos,pero como Emilio habló antes que yo y me dejó emocionada con sus palabras poco acerté a decir. Sí dije en qué trabajaba y que el motivo del viaje era "dar la lata al Señor, para que me ayude a quererle mejor y a ofrecer nuestra vocación al matrimonio"

El grupo es variado. Tres sacerdotes (cada uno de un continente), un hermano marista, familias del movimiento de la Obra de la Iglesia, profesoras jóvenes de religión, familias de las parroquias y EMilio y yo (que tras ver el anuncio del viaje llamamos para apuntarnos sin conocer a los demás). En total somos 38.

Tras la rueda de presentación dimos un paseo por Tiberiales, cercando el lago veíamos los puestos, las cafeterías (algo más comerciales), el ambiente de la noche en esa ciudad...Tomamos algunas fotos y a las 11 estábamos de regreso para tomar una ducha y descansar.
Es increible que nos encontremos en Israel. Gracias, Gracias, Gracias... (A Dios)"

Así termina el relato del día de llegada, día 0 de la peregrinación.Y cuando termino de transcribirlo son muchas las imágenes que se hacen presentes.
Muchas las que han seguido calando...
...hoy nuestra casa se llama Betania, y aunque le estemos dando una pequeña "paliza" para adecentarla, la verdadera reforma comenzó de algún modo en Tierra Santa.

Unos pasos en la escalera me recuerdan que sigo en casa.

1 comentario:

Sophie dijo...

Qué letras más sutiles.